que en otro tiempo fueron infinitas
ni que ahí empezaría la depresión del verano
ni en la necesidad de enganchar la mano
a la rama de otro cuerpo
la conversación amable de los hijos
la posible enfermedad de un abuelo, los
recuerdos de una finca llena de aventuras
confundidas con las charcas del olvido
y el porvenir
lo hicieron tal vez dudar
no sabe decir si el verano es sólo ese sol
y este ocio
no sabe decir la columna que sostiene su casa
ni nombrar el gato que en la ventana lame la refracción
de la luz
—nada nueva es la luz, su perfil de belleza es viejo
como empedrada calle de un viejo puerto
por donde pasaron los primeros burros de carga
no tiene el diezmo que el universo cobra
ni el trigo que en la cocina la mujer transforma en milagro
no hay dinero posible
ni gran ingeniero
para pagar o vender
el ocio de este verano
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